Hay placeres que no pueden dejarse de lado porque significan buena vida y van formando parte de los gustos adquiridos que se cultivan con el tiempo. El vino es una de esas bebidas que sola o acompañado un buen plato de comida nos invitan a relajarnos aportando beneficios para la salud. Bajo un proceso de fermentación alcohólica, la tradición de su producción y cultivo es mundialmente conocida y replicada.
Dependiendo de la época del año, la barrica y el añejamiento, el sabor cambia puede sentirse más dulce o más amargo. Igualmente, el tipo de uva, siendo verde o negra, altera el color y cómo se sirve el vino. Desde los más ligeros en grados alcohólicos hasta los sabores más complejos en tonos, sus variaciones se expanden para provocar una explosión de sabores en el paladar.
Como experto, las denominaciones y la información pueden resultar básicas, pero para un consumidor habitual conocer términos y aprender más le supondrá buenas elecciones de la bebida. Una vez sabes cómo identificar los matices de sabores, los olores y la composición del líquido, puedes disfrutar de una experiencia extrasensorial en tu boca.
Vinos secos para acompañar preparaciones
El vino tinto es el más ingerido, claro, con sus variaciones específicas, pero hay unos más afrutados que otros. Los vinos secos no se caracterizan precisamente por este atributo, pues su sabor es más ácido, ya que la poca azúcar que contienen desaparece durante la fermentación. Son también llamados vinos de mesa porque ese sabor sobrio constituye un excelente ingrediente más en la preparación de platos. Precisamente su acidez ayuda a acentuar y sellar el sabor de la comida durante la cocción.
Al ser una bebida blanca y tinta, la especie de uva es solo una parte de su proceso. La producción y la posterior eliminación de la azúcar son las fases que realmente le aportan el mayor tono a la bebida. De manera que se obtiene la acidez buscada en la fruta, como lo son la aparición de los caldos cítricos, tartáricos y málicos que conforman el sabor final. No obstante y, sin duda alguna, el determinante final es al ácido acético que revela si la composición es la adecuada mediante pruebas de medición de los expertos. El resultado es variedad en tipos de vino como:
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Aguja, como su categorización indica, produce un leve pinchazo en el paladar al momento de ingerirlo, luego se diluye. La sensación va siendo reemplazada por un cosquilleo en la lengua más agradable y permanente.
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Alegre, de composición simple con pocos matices agregados, es ligero y fácil de digerir y aporta más sabor a una preparación.
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Bouquet, supone una lluvia de aromas como al hacer arreglos florales, pues tiene gran variedad de matices incluidas en su sabor y en su aroma. Es complejidad para los sentidos, que solo los más entrenados distinguen. Para aportar toques dulces a una preparación es ideal.
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Espirituoso, normalmente en la destilación este nombre se utiliza para las bebidas de mayor contenido alcohólico, pues se siente más el cuerpo del líquido. Roseando este vino, se acentuarán los sabores más ácidos y más sobrios,
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Generoso, combina lo mejor de la tradición de un conjunto de condados españoles para traer un estándar de 15 grados de alcohol con variedad en preparaciones. Según la región, la incorporación de tonos y proceso de producción serán característicos de cada familia.
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Mosto, no constituye un vino en sí, sino el jugo extraído de la uva antes de la fermentación y es más el líquido en estado primo.
Pero para llegar a este nivel de reconocimiento, es indispensable continuar informándote y formándote en el mundo vinícola. La constancia y el esfuerzo hacen al maestro.